El padre del duende era un malvado brujo y como los padres de Lunia no querían que se casara con su hijo echaron un maleficio sobre la ciudad: Todos serían humanos hasta que Lunia tuviera una hija y un duende se enamorara de ella.
A Lunia no le pareció justo que toda la ciudad pagase por el maleficio. Además, en la ciudad solo había humanos ¡cómo se iba a enamorar su hija de un duende!.
Lunia tuvo una hija que nació el día de Halloween. Esa niña se hizo una mujer muy guapa y a la que todos en la ciudad querían mucho porque era muy buena. Cuando cumplió 18 años su madre le contó lo del maleficio y ella se puso muy triste al saber que su madre había pasado por todo eso y que toda la ciudad estaría triste hasta que ella consiguiera casarse con un duende.
Una noche preparaban una fiesta de Halloween y todos en la ciudad se iban a disfrazar. Tania no quiso ir a la fiesta, se quedó en casa pensando qué podía hacer ella para quitar el maleficio y se quedó dormida mientras en la ciudad todos se divertían.
Tania se despertó cuando llamaron a la puerta y, al abrir, se quedó con la boca abierta al ver a un duende que la invitó a ir a la fiesta. Era un duende de verdad y Tania le preguntó de dónde había salido. El duende le dijo que sus padres habían vivido muchos años en esa ciudad y se habían ido cuando élera muy pequeño.
Tania no se podía creer lo que estaba pasando y se fueron a la fiesta. Estuvieron toda la noche riendo y bailando, al volver a casa de Tania el duende le dió un beso para despedirse y pasó algo increible ¡Tania se convirtió en una duende!.
Tania y el duende, de la mano, salieron corriendo por toda la ciudad y vieron que todas las personas que antes eran personas ahora eran duendes.
El duende le contó a Tania que él era nieto de aquel brujo que echó el maleficio a la ciudad y que sus padres se habían tenido que ir de allí porque nadie de la ciudad los quería por culpa de su abuelo, pero que al contarle su padre lo que había pasado, él quiso volver a la ciudad para arreglarlo y que al verla se había enamorado de ella.
A partir de ese día toda la ciudad volvió a ser como antes y todos fueron felices.
Cristina Izquierdo Redondo