Escribir para leer

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domingo, 31 de octubre de 2010

El rey solitario

Érase una vez un rey que tenía el palacio más grande del mundo. El rey era tan rico que tenía ochocientos sirvientes y el palacio era tan grande que el rey llevaba un GPS por si se perdía.
Era la persona más rica del mundo pero siempre se aburría, todos los días estaba aburrido.
Un día pensó en llamar a sus amigos pero se dió cuenta que no tenía amigos. Entonces se dió cuenta que tenía que salir a hacer amigos.
Cogió sus mejores galas y salió a hacer amigos. Todo el mundo quería hacerse amigo suyo, pero no ser rico como hacían los sirvientes, sino porque era majo.
Y hizo amigos de verdad.

César Fernández Prieto

Un diablo

Había una vez una princesa y un príncipe. La princesa estaba soltera y entonces un día en su castillo se presentó un príncipe y se enamoraron hasta arriba y el rey le mandó hacer una prueba, que era matar al diablo de las tinieblas, que nadie había conseguido matar en la vida.
Una hora después, el príncipe llegó a su guarida y vió en las oscuras sombras una estatua de él. Cuando le retó, el diablo dijo que sí y que no conseguiría matarlo.
La leyenda dice que quien mate al diablo tendrá una maldición que le pertenecerá siempre.
Al final el príncipe le mató.
Cuando la princesa y el prícipe iban a casarse, él se convirtió en un demonio y la princesa se desmayó.

Moraleja: nunca luches contra un diablo.

Juan

El churro que no quería mojarse en chocolate

Había una vez un churro que no quería mojarse en chocolate así que, un día destruyó todo el chcolate.
Iba tan feliz hasta que vió una feria donde vendían chocolate con churros. Se puso muy triste y se puso a correr asustado.
De repente se encontró un grupo de niños saliendo del cole. Todos querían coger el churro.
El churro no sabía ya qué era peor: los niños o el chocolate, así que se escondió para siempre.

Rodrigo V.

Un perro y una familia

Érase una vez un perro llamado Yago. Su dueño se llamaba Mario.
Yago era muy obediente. Nunca intentaba escapar cuando veía la puerta abierta. También era muy listo: te hacía caso cuendo le decías que se sentara o que se quedara quieto. Todos en casa le querían mucho y ern muy felices juntos: salían de paseo, jugaban, corrían y se divertían mucho. Y así fueron pasando los años. Mario se hizo mayor y decidió que Yago necesitaba una compañera con quien jugar, ya que él cada vez podía pasar menos tiempo jugando con Yago.
Un día, Mario quiso llevar a Yago y a Ángara, que así se llamaba la compañera de Yago de paseo, pero no consiguió que le hicieran caso. Yago tiraba de la manga de Mario y quería que le siguiera: ¡qué sorpresa lo que vió Mario! Había por lo menso diez cachorritos negros, marrones y blancos. Todos dormían junto a su mamá.
Mario llamó a su hermano y a sus padres para enseñarles lo que había descubierto. Ahora se habían convertido en una gran familia y debían pensar en cómo llamar a cada nuevo miembro de la familia. Tendrían que construir una nueva casa para Yago, Ángara y sus hijos, y Mario necesitaría ayuda para sacar de paseo a todos. ¡Madre mía, no tendría brazos suficientes!.
Menos mal que siempre podría contar con su hermano y sus padres.

Alejandro Agudo Morcillo

Lola y yo

Érase una vez una historia que era así.
Una vez la familia Sulivan estaba triste, necesitaban algo y no sabían que era hasta que un día Crista y John fueron a una tienda de animales llamada CARICIAS. En esa tienda vieron muchos animales, pero vieron a una gatita de color canela y blanco y se la compraron.
Los Sulivan vieron al gatito y le compraron de todo: una cama, un recipiente de brillantina, etc. Crista y John decidieron que la gatita se llamaría Lola. Pasaron los años y la familia Sulivan quería cada vez más a Lola, hasta que un día Lola se escapó.
Los Sulivan estaban muy, muy tristes, buscaron y buscaron, pero no la encontraban. Se recorrieron media ciudad y nada, no la encontraban. Hasta que un día la amiga de Crista, que se llamaba Ana, la encontró, pero era tan bonita que se la quedó.
Una semana después el novio de Crista, Álex, encontró a la gatita y se la quitó a su hermana Ana y se la dió a Crista.
Crista, John, Roberth y Laura volvieron a ser felices y a comer perdices.

Claudia McGuinness Hernández

La hormiga gigante

Había una vez una hormiga tan, tan, tan grande y tan mala que un día decidió aplastar el cole. Los niños saltaron de alegría cuando conocieron la noticia paro la hormiga pensó que se estaban riendo de ella y se enfadó muchísimo. Así que decidió comerse a todos ellos, pero le faltó uno: Álvaro.
Este chico, al ver que sólo quedaba él, tuvo que pensar rápidamente y decidió coger todas las armas que pudo para matar a la hormiga, pero no funcionó, así que tuvo que usar su inteligencia, ideó un plan: cuando la hormiga se durmiera, ataría con una gran cuerda suspatas y le pondría una enorme roca detrás de ella.
Al día siguiente, cuando la hormiga intentó moverse se cayó de espaldas y se dió un buen golpe contra la roca y se mató.
¡Por fin pudo vencer a la hormiga gigante!
Los niuños que se había comido pudieron salir de su tripa y dieron las gracias al chico que les había salvado.
Todos volvieron a casa felices y contentos.

Álvaro Pérez de Santos

La niña y la caja fantástica

Esto era una niña llamada Lidia, Lidia tenía 9 años y medio.
Un día iba paseando por la calle y de repente vió una caja de cristal, Lidia la cogió y se la llevó a su casa. Pasados unos días Lidia abrió la caja y.... No pasó nada, sólo había un collar. Lidia pensaba que había otra cosa, como hadas, magia y todas esas cosas.
Resultaba que ese collar no era normal, sino que era mágico. Cumplía todas las cosas que deseabas que existieran. Y, como el collar era tan bonito, Lidia se lo ponía todos los días. Así que una tarde su madre le dió fruta para merendar y Lidia deseó que la fruta no existiera, y todos los pajaritos, los animales y personas se empezaron a poner malitos. Al día siguiente, Lidia no quería ir al colegio y deseó que los niños tuvieran coche para poder escabullirse. Y se formó un caos en la ciudad y nunca ningún niño fue al colegio.
Esa misma noche a Lidia le pareció un poco extraño que todo lo que no quería dejaba de existir. Entonces, cuando se fue a duchar, guardó el collar en la caja y entonces vió un papel que decía que esta caja contenía un collar mágico que cumplía los deseos y así se lo explicó todo.
Entonces se lo contó a sus padres y sus padres pensaron que estaba loca. Lidia les contó porqué los niños tenían carnet de conducir. Los padres pensaban que era por la política, porque eran los políticos los que habían decidido eso. Total que Lidia tuvo una idea, la idea era desear que la caja y el collar no cumplieran sus deseos.
Lidia siguió poniéndose el collar sin que le concedieran los deseos.

Paula Palacios Andréu